Sentirse orgulloso es sentir que hemos alcanzado alguna clase de cima o alguna clase de centro, alguna clase de meta en todo caso….pero en la perpectiva del tiempo infinito y del espacio ilimitado no hay centro, no hay meta ni hay cima…sentirse insignificante, aceptar la intrascendencia, es más honesto.
Allá arriba, en el alto cielo, hay un indicio del infinito, pero también lo hay en la brizna de hierba que apretamos entre los dientes mientras levantamos la mirada y nos recostamos contra un árbol. Incluso más, el infinito está en nosotros, inaprensible siempre. No somos dueños de nosotros mismos ni conocemos nuestros límites.
Fácilmente podemos admitir la mortalidad total y completa de los demás seres vivos, pero jugamos a las escondidas cuando el animal destinado a pudrirse somos nosotros.
La mayor amenaza para la humanidad es la humanidad misma, y lo difícil del caso es que es una amenaza ineludible.
No se puede abarcar tanto cielo, tantos mundos, tanta vida…no se puede abarcar esa inmensidad que ofrece el tiempo, que brota del futuro, que crece por todas partes, que florece sin parar, que se regenera sin fin…no se puede abarcar el infinito…y sin embargo, a veces, uno ilusamente quisiera sostener el fulgor del sol con las manos…Es imposible.
Existen cientos de religiones, credos…y han existido muchos más. Es la prueba de que la voluntad y la mente humana necesitan de fantasías y necesitan confundir esas fantasías con la realidad. El vértigo de no saber y estar parado en medio de una profunda y abismal incógnita se resuelve con sueños y distracciones. El miedo es la explicación básica de la fe.
De todas las virtudes humanas, si se puede decir que las hay, la capacidad de reírnos de la existencia y su peso es la más alta. Riendo alivianamos la carga, encontramos su falta de importancia, su intrascendencia, y podemos asumir la vida como un juego. Los niños, jugando y riendo, son los que dan el ejemplo.
Todas las razones que podamos reunir para justificar el hecho de estar vivos son adornos suntuarios. El hecho de estar vivos es solo eso: un hecho. Y los hechos no necesitan justificaciones.
Todos los granos de arena en una playa son diferentes, tienen distintas historias, han recorrido distintas trayectorias….pero no son más que granos de arena en la inmensidad de la playa…la diferencia que distingue a cada una de nuestras ínfimas vidas innecesarias es también ínfima e innecesaria. Nuestro destino es la contingencia.
Nada encontraremos si primero no nos hemos extraviado, si primero no nos perdemos en la noche y abandonamos el camino.
Se pretende que a mayor conciencia seguirá inevitablemente mayor orientación y trascendencia en lo real, pero parece que ocurre lo contrario: los seres más simples y cercanos a la inconciencia se orientan fácilmente como el pez en el cardumen y el cardumen en el agua…mientras que nosotros con nuestra altiva inteligencia no sabemos ya si avanzamos o retrocedemos, o si al avanzar vamos hacia el abismo. Somos lo suficientemente concientes como para no encontrar ya jamás el camino.
Si no se desmoronan y destruyen las formas anteriores, sin destrucción, no hay creación. La destrucción es el precio que pagan todos los seres para que el tiempo siga adelante, para que la vida siga pariendo sus generaciones.
¿Es más bello un ser humano que una tarántula, o que un escorpión, o que una rata? Parece imposible decirlo desde el momento en que nos damos cuenta de que nosotros somos los que hemos establecido cuales son los seres que merecen el castigo de la fealdad.
La muerte no es temible de ningún modo porque cuando llega, o lo hace sin aviso alguno o lo hace como alivio de la agonía…tampoco es de temer el olvido sino más bien el lento proceso por el cual la memoria se pierde…ese juego fantasmal y caprichoso con lo que alguna vez fueron días luminosos…
Lo peor no es desconocerse a uno mismo sino que lo peor es creer que esa identidad que hemos adoptado o ese rol que hemos adquirido es efectivamente lo que somos…es mejor no saber quien es uno a ser un triste comediante.
La mayor parte de las fuerzas de este mundo o nos ignoran o intentan aplastarnos…pero cuando recibimos una sonrisa o una mano tendida no comprendemos el valor de lo recibido porque lo medimos por la escasez de su peso y no por su rareza milagrosa…asi somos, tantas veces, malagradecidos.
La paradoja consiste en estar completamente seguros de que no se puede estar seguro de absolutamente nada…sobre todo porque nosotros mismos somos frágiles, fugaces y no podemos evitar los naufragios.
El dolor debería pasar, el placer debería permanecer…pero por lo general lo que ocurre es lo inverso.
Al nacer nos apartamos de nuestra madre, al madurar nos apartamos de nuestra familia, al avanzar en la vida nos apartamos de nuestro pasado, y finalmente, al morir, nos apartamos de la vida. En resumen: en el principio y en el final…habrá SEPARACIÓN.
Mientras algunos respiran en la oscuridad un poco más de oscuridad, otros tienen su gran día soleado. Mientras el griterío de la fiesta aturde a algunos hasta que el sueño los derrota, otros persiguen sueños gritando desesperados hasta que la desesperación los alcanza y la derrota los demuele. No es cierto que haya alguna clase de equilibrio entre la noche y el día, alguna clase de compensación entre la muerte y la vida. Cuando el puño golpea contra la mesa enfurecido ya es demasiado tarde, ya es demasiado inexorable el conteo de las víctimas junto al conteo de los billetes.
Ser consciente es aprender a balancearse sobre el hondo precipicio de los desequilibrios sistemáticos sin caer, sin morder el polvo, sin yacer vencido por un furioso fogonazo de realidad. Ser consciente, entonces, es practicar la ceguera cuando se ha dejado de ser ciego. No hay escapatoria sencillamente porque la verdad y el mundo son los que se escapan y nosotros los que intentamos retenerlos y hacer un balance para nuestra tranquilidad, un balance que termina siempre en deudas persistentes y ganancias inesperadas, que concluye siempre en el triunfo inmerecido y la pérdida nunca calculada.
Basicamente está el hecho de que no podemos detenernos, que hay que seguir andando siempre, que aunque bajemos la velocidad por un trecho, aun será necesario pensar y actuar al mismo tiempo, siempre empujados hacia adelante por muchas clases de tironeos, empujados por algún miedo, incitados por alguna necesidad de luz….Aún dormidos la sangre sigue batiendo a través de todos nuestros miembros, el metabolismo sigue fabricando sus expectativas orgánicas en nuestras células…el cerebro sigue diseñando juegos de la memoria….De modo que vamos en camino, estamos en la senda siempre, urgidos a vivir, empujados a continuar….y, sin embargo, hay momentos penosos en que quisiéramos acunar suavemente el silencio mientras el tiempo pasa sin nosotros.