Tres pibes

El escenario es la habitación de Rodrigo, típica de un adolescente de los años 80 en Uruguay, llena de posters de bandas de rock, revistas y cómics apilados, ropa tirada por todos lados, y un viejo tocadiscos. Hay una pequeña ventana abierta, dejando entrar la luz del atardecer que se mezcla con la luz tenue de una lámpara de escritorio. Los tres amigos, RODRIGO, JUAN y PABLO están sentados en el suelo, junto a un montón de discos de vinilo.

RODRIGO: (Mirando a sus amigos con ojos brillantes) Tengo una idea.

JUAN: (Riendo sarcásticamente, golpea ligeramente a Rodrigo en el hombro) ¿Tenés una idea? Yo pensé que ni seso tenías, pero ahora tenés ideas.

PABLO: (Alzando una mano en señal de paz) Es boludo, pero dale chance.

JUAN: (Moviendo su cabeza en un gesto de resignación) Y bueno…A ver, dale…largá esa idea.

RODRIGO: (Diciendo en voz baja como si fuera un gran secreto) Salimos en bandita el sábado y las piropeamos a las minas enfrente del baile.

JUAN: (Cruzándose de brazos, con una mirada de desaprobación) ¿No ves que sos un boludo de cuarta? Para eso prefiero aburrirme acá, abombado.

PABLO: (Mirando a Rodrigo con decepción) Me decepcionaste, loco. Creí que ibas a proponer algo interesante.

RODRIGO: (Defensivo, señalando con su pulgar a su propio pecho) Al menos se me ocurrió algo, ¿no?

PABLO: (Sonríe maliciosamente) A mi se me vino a la cabeza otra idea. Y no es una guarangada como la tuya.

JUAN: (Mirando a Pablo con escepticismo, frunciendo el ceño) ¿No me digas que vos también vas a salir con una estupidez?

PABLO: (Sonriendo confiado, con los ojos brillando de entusiasmo) Esta es buena, vas a ver. ¿Viste el bollón de las propinas de Manolo? El viernes por la tarde siempre está lleno. Ustedes dos lo distraen, yo lo manoteo y listo, tenemos plata para ir al quilombo.

JUAN: (Sacudiendo la cabeza, incrédulo) ¿Vos sos abombado o te estás volviendo chapita? No podés robarle a Manolo. Todo el mundo se enteraría. Quedaríamos más quemados que tu primo Ricardo cuando lo encontraron en el baño del liceo ya sabés cómo.

PABLO: (Gesticula con exasperación) Pará. A vos no te sirve nada tampoco. ¿Me vas a decir que tenés una mejor idea? De algún lado tenemos que sacar la guita, loco.

RODRIGO: (Mirando al suelo, hablando en un tono más bajo) Si no hay más remedio le puedo sacar algo a mi abuelo. Mi madre dice que guarda plata abajo del colchón.

PABLO: (Sus ojos se iluminan, asombrado) ¿Qué? ¿En serio? ¿Por qué no lo dijiste antes boludo? Hace rato que tendrías que haberle manoteado unos pesos. Ese viejo no necesita la plata para nada, ya está muy cascoteado.

RODRIGO: (Se pone de pie, indignado) ¡Pará, pará! No hables así de mi abuelo. Te estás pasando de la raya, loco. Y es por eso que no decía nada. No le quiero faltar el respeto.

JUAN: (Burlándose de ambos) ¿Qué tienen en la cabeza, boludos? Somos menores de edad, no nos van a dejar entrar al quilombo ni soñando.

RODRIGO: (Con cara de enojo): Igual ni pienso conseguir esa plata.

PABLO: (Sin prestar atención a lo que dice Rodrigo le responde a Juan): Estás equivocado, Juan. Joselo, el hijo del panadero, me dijo que cuando cumplió los quince años se dejó crecer la barba y lo dejaron entrar sin la cédula.

JUAN: (Se ríe sardónico) ¡Andá! ¿Vos no te das cuenta que ese nació barbudo? En cambio, nosotros, tenemos pelusa de bebé. Enseguida nos fichan si intentamos entrar.

RODRIGO: (Todavía con cara de enojo) Pero ni pienso conseguir la plata, ¿estamos?

JUAN: (En pose de comprensivo) Ya está, Rodrigo, nadie te está pidiendo nada. A tu abuelo no le vamos a sacar ni un vintén.

PABLO: (Decepcionado) ¿Qué vamos a hacer entonces? ¿Por qué no me hacés gancho con tu hermana, Rodrigo?

RODRIGO: (Enojado al doble) ¿Eh? ¿Ahora te vas a meter con mi hermana, gil? Mirá que te parto la cara de un piñazo.

JUAN: (Sigue en pose de inteligente): En realidad…Tu hermana puede ser una solución, Rodrigo.

RODRIGO: (Enojado al triple) ¿Lo queeeeeeeeé? No te subas al carro, Juan. Mirá que a vos tampoco te tengo miedo.

JUAN: (Se ríe) No me estás entendiendo, botija. Lo que podemos hacer es pedirle a tu hermana que nos haga gancho con las amigas. Tiene un montón de amigas que yo sepa. A ver, está Fabiana, Rita, Lorena, Carmen y también esa petiza media feucha, que no me acuerdo como se llama…

PABLO: (En apariencia molesto) Se llama Laura y no es tan feucha, aunque te admito que es bajita.

JUAN: (Se ríe con sorna) ¡Ah! ¡Te gusta, bandido! Seguro que alguna manuela te hiciste pensando en ella.

PABLO: (Se sonroja) Capaz que vos nunca te hiciste una, ¿eh?

RODRIGO: (Pensativo) Nunca había pensado en pedirle ayuda a mi hermana. Me parece que tenés razón, Juan. Pero ojo con meterse con ella, ¿ta?

JUAN: (Sigue sonriendo, no lo puede evitar) Quedate tranqui que a tu hermana la vamos a cuidar como si fuera de cristal.

PABLO: (Asiente) Claro, claro. Nada de meterse con tu hermana.

RODRIGO: (En pose de líder) Si es así, bien. Yo hablo con mi hermana mañana y hacemos una salida en barra. Y como yo voy a ser el del mandado tengo una condición.

JUAN: (Con cara de sorpresa) ¿Qué condición?

RODRIGO: (Enfático) A la Fabiana me la cargo yo.

Deja un comentario