Resplandor verde

las estrellas le ofrecían insomnio
el imposible enlazaba su voluntad
y una sombra lo perseguía
a través de laberintos de amores necios:
la sombra de su propio corazón hueco
la sombra de sus días solo soñados

no tenía el control de sus neuronas
su alma se negaba a sentir la verdad
e hilaba palabras en universos rotos
o se coronaba de frío en deseos muertos
tan muertos como la superficie lunar
o un ojo que contempla absorto la nada

entonces hubo un despertar, un eco
algo sucedió que navegó hacia él
que trastocó su inercia de fantasma
fue un resplandor verde en la noche
que no le soltó la mano pese a todo
y hasta la aurora quiso brillar

Trompos enloquecidos

Intrascendentes es lo que llegamos a ser. Algunos supurando al final una memoria falsa de sí mismos, pero en general, agusanados sin remedio por el olvido. ¿Dónde está entonces el propósito sino fuera de nosotros mismos, atravesándonos como carne descartable por momentos, pero en general arremolinando vientos de cambio a nuestro alrededor que no podemos controlar? Entre uno mismo y su sombra no hay mucha diferencia y el amor, la amistad, el abrazo dado al que llega de una brutal intemperie no le devuelve el brazo perdido a manos de una granada bien entregada. No hay tampoco significativos momentos de eternidad pues la eternidad incluiría así momentos ridículos y cabezas cortadas por aspas de helicópteros en circunstancias irrisorias. La verdad sea dicha: intrascendentes es lo que somos. La única salvedad posible a esta intrascendencia que nos babea la frente parece ser el apelar al acto único, a burlarse del destino, a romper los esquemas mentales y sociales y crear un hueco de horror o de pasión donde antes todo se suavizaba en paisajes tranquilos. Pero eso quizás es una trampa más de la insignificancia tratando de aferrarse a un significado. Vamos girando como trompos enloquecidos por el espacio y ni siquiera nos damos cuenta. Gemimos en la oscuridad nuestro dolor y nuestro placer como animales acorralados por el deseo. Lloramos nuestro fragmento de realidad que aspira a la podredumbre. No hay consuelo.